Debo reconocer la gran razón por la cual tengo que rebajarme en extremo delante de Dios, avergonzarme de mí mismo cuando me aproximo a su presencia, y temer su ira, habiéndome vuelto tanto detestable a su santidad como insoportable ante su justicia.
Oh Dios mío, estoy confuso y avergonzado para levantar mi rostro hacia ti, mi Dios, porque mis iniquidades se han multiplicado sobre mi cabeza y mis delitos han crecido hasta el cielo. *
Mía es la confusión de rostro, porque contra ti he pecado. *
He aquí que soy vil; ¿qué te responderé? Pondré mis manos sobre mi boca, * y puesta mi boca en el polvo, por si aún hay esperanza, * lloro como el leproso condenado por la ley: ¡Inmundo! ¡Inmundo! *
No confías en los tuyos, y ni aun los cielos son limpios delante de tus ojos; ¡cuánto menos el hombre abominable y vil, que bebe la iniquidad como agua! *
Mis ojos han visto al Rey, a Jehová de los ejércitos; tengo razón para decir: “¡Ay de mí, que muerto estoy!” *
El señorío y el temor están contigo; haces paz en tus alturas: ¿Tienen tus ejércitos número? ¿Sobre quién no está tu luz? ¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? O ¿cómo será limpio el que nace de mujer? *
Pero tú, ¡has de ser temido! ¿Quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira? * Tú, Dios, eres fuego consumidor, * ¿quién conoce el poder de tu ira?*
Aunque estuviera en lo correcto, mi propia boca me condenaría; si dijere que soy perfecto, me harás saber que soy inicuo; * pues si quiero contender contigo, no te podré responder a una cosa entre mil. *
Si de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; porque tú, Señor, eres el que me juzgas, * eres mayor que mi corazón y sabes todas las cosas. * Pero yo sé que he pecado, Padre, contra el cielo y contra ti, y no merezco ser llamado tu hijo. *
No hay comentarios:
Publicar un comentario
por favor escribe comentarios que EDIFIQUEN